-IX-
Se entrenaban con aplicación,
para tirar,
y hablaban ruidosamente
del enemigo...
y señalaban furiosamente
más allá de la frontera.
Y es que se referían a nosotros.
Pues nosotros y ellos,
somos enemigos
en una guerra,
en que solo gana uno.
Pues viven de nosotros,
y revientan
si no somos más sus esclavos.
Y es por esto también que,
no debáis extrañaros,
cuando se echan sobre nosotros,
como la lluvia
se echa sobre el suelo.
-X-
Y ese de entre nosotros,
que falleció de hambre,
que cayó en una batalla.
Y ese de entre nosotros,
que murió,
ha sido asesinado.
Que recogieron con sus soldados,
tener hambre,
no le agradó.
Al que le rompieron,
la mandíbula a patadas,
había pedido pan.
Al que habían prometido el pan,
ahora le dan caza.
Y al que traen en el ataúd de zinc,
porque dijo la verdad.
Y ese que entonces
les daba confianza
cuando pretendían ser sus amigos,
lo que así imaginó
era que la lluvia
corría hacia arriba.
-XI-
Ya que somos enemigos de clase,
sea lo que sea,
lo que nos digan:
Ése de entre nosotros,
que no se atrevía a luchar,
pero se atrevía a morir de hambre.
¡Somos enemigos de clase, tamborilero!
Este, ¡tu soniquete no lo tapa!
Empresario, general y junker
nuestro enemigo
¡eres tú!
¡Por esto, nada será inmovible,
porque nada ahí,
será arreglado!
La lluvia no corre,
hacia arriba,
¡pues no se le exige tal cosa!
-XII-
Por más
que tu pintor retoque,
¡no va a tapar el desgarrón!
Uno de los dos perdura,
y el otro debe dejar su lugar,
o yo, o tú.
Y sea como sea,
aprenderé,
pues este sigue siendo,
el abecé:
¡Jamás nada tendré de común,
con las tramas del enemigo de clase!
No se encontrará
la palabra,
que un día nos pegue a ambos.
¡La lluvia
corre de arriba hacia abajo.
Y tú eres mi enemigo de clase!