No fueron pocos los amigos que, con toda la buena intención del mundo, insistieron, presionaron y hasta acosaron con la idea de usar un coche para mover todo de golpe y en pocos viajes. Se lo agradezco mucho, pero he sido mucho más feliz con mi carrito de la compra capaz de transportar estanterías desmontadas balda a balda. La motonormatividad también es esa presión social porque uses el coche hasta en situaciones en las que no es que no haga falta, sino que empeora el resultado.