He aprendido muchas cosas en los últimos días.
Lo primero ha sido perder la vergüenza. Cuando no te responden las piernas no puedes ir andando al baño por muy cerca que lo tengas, y dependes de otras personas y de extraños recipientes de plástico.
Vuelves a la infancia de chupete y orinal, a ese remoto tiempo en que no hacérselo encima ya era toda una victoria.
He aprendido a dar las gracias una y otra vez ante cualquier pequeño gesto de solidaridad.
He aprendido que somos muy poca cosa.