Anoche, a eso de las 20:15, llegaron a casa el veterinario (amigo desde hace muchos años) y su hijo, que ahora trabaja también en la clínica. Truco se alegró mucho de verlos, se incorporó, movió el rabo y sonreía de orejas a oreja, como solía hacer cuando se encontraba a alguien conocido fuera del contexto habitual. Quizá también pensando en las chuches que el veterinario siempre le daba en la consulta.