Feliz día de la nada. No creo en los nacionalismos porque no dicen ninguna verdad ni ensalzan las cualidades verdaderas de las personas. Por lo demás, que cada uno lo viva como quiera, siempre que no suponga un enfrentamiento con los demás. Mañana es otro día de la nada: 1 de marzo, aniversario de la publicación y entrada en vigor del estatuto de autonomía de las Illes Balears. Personalmente, me siento mallorquín, y así nos pasa a todos los habitantes del archipiélago balear: cada uno se siente de su isla de procedencia. No os equivoquéis: aquí no existen los baleares, no somos baleares, sino mallorquines (mallorquins), menorquines (menorquins), ibicencos (eivissencs) o formenteranos (formenterencs). Pero el ser mallorquín no me infunde falsos valores que me puedan posicionar en contra de otras personas que proceden de otros lugares. De hecho, en la antigüedad las islas de Mallorca y de Menorca iban en un paquete y las Pitiusas (Pitiüses), es decir, Ibiza y Formentera, iban en otro paquete. Nunca existió una identificación unitaria de los habitantes de todo el archipiélago, hasta que se impuso la provincia de Baleares en el siglo XIX, y ya sabemos que se trataba de la organización de un estado centralizado llamado España.