Creo que voy a empezar una nueva etapa de mi vida en la que no voy a llevar ni una gota de maquillaje. He aprendido a odiar mi cara al natural, hasta el punto en el que jamás salgo de casa sin maquillar, ni siquiera para comprar el pan. Lo hice una vez hace cosa de 4 años y me sentí tan mal que tuve que volver a casa. Sí, me gusta maquillarme, me relaja y me parece divertido. Pero lo que no es tan divertido cuando se convierte en una necesidad, en la que ya no te reconoces en tu propia cara lavada y cuando me levanto y me miro al espejo odio ver lo que veo.