Tal vez sea yo el que se equivoca, pero, a priori, diría que no es el sueño de nadie estar colocando adoquines doblando el lomo en una calle de León. O cortando piedra en una cantera. Me aventuraría a decir que son actividades que sólo tienen sentido si tienen una utilidad final. Levantar un pavimento dos años después de colocarlo para volver a colocar uno exactamente igual no encaja mucho con la definición de utilidad.