Hay acontecimientos que te sacan de Matrix.
Para mí uno de ellos fue el escándalo de Cambridge Analytica.
Desde entonces me propuse no contribuir a negocios basados en la explotación de big data.
Lo más gordo ha sido dejar de usar todos los productos de Meta y Alphabet.
Se dice rápido pero me llevó lo suyo abandonar Google, Google maps, Android, Facebook, Instagram...
Todavía tengo un gmail que colea.
Pero el qué más me ha costado matar: El Whatsapp.
Esa app se ha convertido en la red de comunicaciones por defecto de las relaciones personales y laborales en España.
A muchos adultos les costará admitir tu abandono de Whatsapp; seres queridos te tacharán de antisocial; jefes y compañeros te coaccionarán para que vuelvas; clientes lo juzgarán como un empeoramiento de tu servicio.
Y no les faltará razón.
Pero yo también tengo una poderosa: Ninguna empresa debería poseer el canal fundamental de comunicación privada de un país.
Y menos si es norteamericana.