Ojalá logremos extender en la sociedad la idea de que la realidad de una violencia no depende de la autoconciencia de la víctima o de su actitud en general. Es decir, que un acto de violencia contra una persona no es menos violento porque dicha persona no sepa o no decida reconocerlo de forma abierta, clara y decidida.
La responsabilidad sobre la eliminación o reparación de las violencias no debería recaer sobre la voluntad individual de las víctimas, sino que debería ser una responsabilidad social, propia de una comunidad consciente, atenta y preocupada por el bienestar general y de todos sus miembros. Como dice el lema feminista: “si tocan a una, nos tocan a todas” y “si tocan a una, respondemos todas”.