Cuando salgo a andar por la montaña paso a veces cerca de la Escuela Judicial, que está en un lugar privilegiado de la ladera del Tibidabo.
Allí los forman como cuerpo de élite, y la dirección de la Escuela también es un lugar de élite al que se llega con contactos políticos de alto nivel.
Y me ha dado por pensar que la Escuela no debería alejar a los jueces del pueblo y convertirlos en élite. Debería instalarse en el Raval, para que los jueces se mezclasen con el pueblo al que han de servir.