Se nota mucho también que es una cuestión de clase en la comida disponible según barrios. En los pijos es fácil encontrar comida sana, rica y no tan cara. En los pobres por el mismo precio solo tienes comida basura.
Pero vamos, lo que hemos aprendido estos últimos años sobre las hormonas de la saciedad y el metabolismo desmontan toda esa idea de la voluntad.